11. Los cimientos: Ciudad Netzahualcóyotl


Desperté en el hotel Blue Plaza, en el centro de Ciudad Netzahualcóyotl, afamada por sus paracaidistas. Salí del hotel y me dirigí a un puesto en el que se vendía jugo de naranja. Lo atendía una viejecilla. Le pregunté sobre la seguridad de la infame Ciudad Neza. Reconoció que era peligrosa y muy violenta. Después sonrió y concluyó que por lo menos no era aburrida. Le gustaba la acción.
Sabía que en Ciudad Netzahualcóyotl viven muchos migrantes procedentes del estado de Oaxaca, al sur de la ciudad. Provienen de diversas comunidades indígenas: zapotecas, mixes y mixtecos. De pie frente a las calles inhóspitas del municipio, llenas de comercios y muros pintados con grafiti, se me ocurrió buscar a algún líder de la comunidad oaxaqueña. Regresé a Bordo de Xochiaca, en donde había visto el letrero de una organización oaxaqueña en la cancha de basquetbol del parque urbano que ocupaba el centro de la avenida. Por desgracia los líderes no estaban. Pregunté en dónde podía encontrar a alguien que me ayudara y me sugirieron el palacio municipal. Volví al centro, al este se dibujaba la cima del Chimalhuache, dividida por una cantera de grava.
Llegué al centro, sus muros y escalones modernos circundaban una plaza llena de grafiti con temas, símbolos, ídolos y guerreros prehispánicos. La plaza estaba rodeada de distintas ramas del gobierno. En las calles cercanas había oficinas que brindaban servicios legales, el mecanografiado de cartas, copias, internet, etcétera. Entre las fachadas de estos locales pequeños y animados, que concentraban asuntos administrativos, se encontraba la representación del estado de Oaxaca en Ciudad Netzahualcóyotl. Estaban registrando a migrantes oaxaqueños en Neza para que pudieran votar en las elecciones de Oaxaca.


Una chica joven estaba al frente de un escritorio detrás de una cortina que desembocaba en las oficinas traseras. Ahí encontré al director, Rogelio Vargas, un hombre de 70 años de edad con cabellera negra y entradas, robusto y con la energía de un hombre más joven. Con la elegancia natural de un gato educado y mayor, me hizo pasar a su oficina. Las paredes café estaban decoradas con fotografías de políticos y recortes de periódicos. Él ocupo su lugar detrás de un escritorio de madera.
Me contó que era uno de los fundadores de Ciudad Netzahualcóyotl, uno de los pioneros que había construido aquella ciudad tan vasta en una zona de pantanos y basureros. Había llegado desde Oaxaca en los cincuenta y había sido de los primeros en protestar por las cuotas que los pioneros pagaban a los agentes inmobiliarios informales que fungían como representantes de los militares mexicanos activos durante la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz (de 1964 a 1970), propietarios de terrenos en la zona.
Entró un hombre y el líder de los colonos se dispuso a atenderlo en mi presencia. El hombre le relató que había escuchado que se había registrado a 27 centroamericanos como oaxaqueños para participar en las elecciones de Oaxaca. Insistió en que tenían que ser muy cuidadosos con ese tipo de cosas y evitarlas a toda costa. El líder, vestido como político de la vieja guardia, en pantalones y blazer casuales, mantuvo su cara de póquer. No reaccionó de ningún modo. Le agradeció y lo acompañó a la salida.
La verdadera conciencia política de Ciudad Netzahualcóyotl surgió en los sesenta a partir de la revuelta de los colonos que ahí habitaban. Pese a que pagaban por sus terrenos, sufrían la ausencia total de servicios públicos e infraestructura como caminos pavimentados y drenaje. Luego de muchos años, se cansaron de los pagos por adelantado que parecían no tener límite. Por fin, a principios de los setenta y gracias a la intervención de la esposa del presidente Echeverría, se les otorgaron títulos de propiedad sobre sus terrenos.
Le conté sobre mi caminata y que en mi ruta había conocido a varios líderes. Escuchó con interés mi recuento de la situación política de las zonas vecinas de Chimalhuacán e Ixtapaluca. Hablamos de la organización elemental de los asentamientos informales. El líder político es el intermediario entre los políticos que ofrecen servicios públicos y los colonos que requieren estos servicios. En términos llanos, el líder de los colonos intercambia sus votos por servicios públicos. La calidad del líder consiste en su habilidad para movilizar el voto. La gente y las organizaciones que son muy efectivas en este sentido, como Antorcha Campesina, también son muy persuasivas a la hora de negociar servicios públicos como drenaje, pavimentación y agua. Me contó que había todo tipo de líderes, desde los corruptos y autoritarios a los honestos y comprometidos.
Otro actor crucial es el fraccionador, la persona que divide los terrenos y los vende a plazos mensuales a los colonos, quienes tras años de pagos, consiguen las escrituras. A veces los fraccionadores son socios de los propios políticos. En la política oaxaqueña, el fraccionador y el líder político rara vez son la misma persona. El voto y la transacción inmobiliaria se mantienen relativamente separados.
Un grupo de hombres entró a la oficina y se sentó en sillas plegables de metal alineadas a una pared. Hablaron de cómo conseguir el voto en Los Reyes. Al final decidieron construir en una de las colonias un altar a la Virgen de Juquila, adorada en Oaxaca. El gobernador podía inaugurarlo. Eso funcionaría para conseguir el voto. Salieron riendo satisfechos por sus maquinaciones.
La tarde transcurrió con un flujo constante de visitantes. Representantes, propietarios de negocios pequeños, gente que necesitaba ayuda con su documentación. En el curso de una conversación en apariencia relajada, el hombre maduro, esbelto, de rasgos envejecidos, cara de póquer y ojos negros y atentos les ayudaba. Me contó que las elecciones estatales giraban en torno al poder en beneficio del poder, era un juego sucio, aunque necesario.
Me acompañó a la salida. Frotó las manos emocionado y contento. Concluyó que así era la política y se fue a otras reuniones.
Me paré en el centro de Neza, una cuadrícula de concreto inmensa. Recordé que alguna vez se había conocido como Nezahuallodo, la ciudad del polvo y el lodo.